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LA NORDICA MELANCOLIA DE LEO WELLMAR
por Manuel Caballero

DIARIO DE CADIZ, 14 de noviembre 2006


Distancia, obra reciente de la artista, es un cuadro de extrema simplicidad que expresa, también una extrema soledad o melancolía. Compuesto mediante dos diagonales, cuyo punto de fuga se pierde fuera del lienzo, una de ellas contiene la sombra y otra la zona iluminada. Es un exterior en el que vemos una silla roja fuertemente descrita por una luz blanca y cegadora. Luz fría que también hace proyectar unas sombras sobre el muro. Estos elementos, junto al vano sombrío de una puerta, son las únicas apoyaturas de las que se vale la artista para elaborar con pulcritud geométrica y contención cromática, una pintura que puede resumir cabalmente ese sentido de vacío, silencio y tristeza, "nórdica melancolía" podría decirse, que informa toda su obra.

Nacida en Estocolmo en 1965 y residente en España desde hace años, un par de temporadas atrás pudo verse una esplendida individual suya en la sala Rivadavia, cuyos contenidos ahora, en esta ocasión, reafirma y revalida.

El paisaje, y en Benot pueden verse esplendidas muestras de ello, es para Wellmar un lugar desierto de toda presencia humana; pleno, paradójicamente, de un vacio que palpita y fluye. Lugar infinito y callado, pintado siempre con paleta agrisada y pincelada imperceptible, hacen presente de forma tácita, aquel sentido de la Naturaleza propio de los románticos nórdicos, que veían en la tierra, la brizna, los arboles, el agua y sus espejos, esencias o signos de algo trascendente. Aún más que "paisaje como descripción de un determinado estad de ánimo", se puede encontrar en ellos un aliento panteísta que hace del bosque un templo brumoso.

Wellmar, no obstante, a todo ello, que pudiera tener un aspecto religioso, añade, como ya hemos señalado en otras ocasiones un sentimiento de lo triste, de lo que ha huido, de la pérdida, de la soledad mas muda, que sin necesidad de la fogosidad expresionista, convoca igualmente la angustia existencial, siempre, no obstante, tamizada por una elegancia formal y una contención que no grita, pero susurra.

Su pintura es la paradoja del grito silencioso. Y volvemos para sustanciar esta idea a la pintura descrita al comienzo de estas líneas. La silla roja, viva y resplandeciente como la sangre viva, solitaria en un mundo helado, reclama, como reclama la Naturaleza cuando se cubre del brillante color de la vida, que alguien la use y posea, que alguien escuche su sonoro reclamo.

Far (lejano en inglés), es el título de esta exposición. Ciertamente no podría ser otro, para indicar todas esas sugerencias de lo lejano que vive y espera. Celaje y país que solo en dos ocasiones inauguran un cromatismo más brillante: una pradera verde y un pequeño trozo de cielo azul anubarrado. Notas que escapan al insistente predominio de los tierras agrisados.

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