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Leo Wellmar: "Close"
por Santiago Martínez

LA ESCENA - artes


La artista Leo Wellmar vuelve a la Galería Caicoya después de su exposición "Past and present" en 2012, en aquella ocasión, según la propia artista comenta, fue una muestra de paisajes personales nacidos a partir de un viaje desde Barcelona -ciudad en la que reside desde hace años- a su país natal, Suecia, y en el que la realidad, el recuerdo y la imaginación llegaron a fundirse hasta el punto que resultó difícil separarlos; fue un viaje iniciático cuyo origen estuvo en la necesidad de revivir experiencias lejanas en el tiempo y el espacio, pero próximas sentimentalmente. Aquella muestra se convirtió, de alguna manera, en semilla para la emoción que desde entonces impregna toda su pintura.

En Close, su exposición actual, Wellmar mantiene algunos elementos formales que ya estaban presentes en aquellos momentos, como el peculiar uso del color, la rotundidad de las masas pictóricas y los efectos especulares. Desde una absoluta quietud, y con un cierto carácter irreal y onírico, que se convierte casi en abstracto, su pintura se puede adscribir a un realismo mágico que, a pesar de ese aura de gélido misterio que la envuelve, es capaz de conectar con nosotros, llegando hasta los lugares ocultos y secretos de cada uno.

A través del detalle y un cierto realismo fotográfico consigue anclar la imagen en el tiempo, propiciando un sentimiento de unión con una naturaleza que, desde un aparente distanciamiento, transciende hasta nosotros. Son ellas, la artista y su obra, las transmisoras de esa energía que sólo se consigue con el instrumento de la creación. Hay un alma interior, una llama emocional -esa energía que algunos llaman espíritu-, que permite que exista esa fluidez. Me hace recordar las palabras de C. D. Friedrich: "Cierra tus ojos de modo que primero puedas ver tu cuadro con tu espíritu, luego lleva a la luz lo que has visto en la oscuridad, de modo que produzca un efecto en los demás, desde fuera hacia dentro". Así es también la pintura de Leo Wellmar, hay algo en sus óleos del espíritu romántico del pintor alemán, que habla de la efímera existencia del ser humano, de la grandeza de la naturaleza (implacable) y de la necesaria e irremediable dependencia de ella.

Existe también en Close un rigor formal que se manifiesta en la composición y en la réplica exacta a través del reflejo, algunas de sus pinturas me traen a la memoria la bella e intelectual mesura de los primeros paisajes de Piet Mondrian en los que ya estaba presente la tendencia del artista neoplasticista hacia la geometría y la abstracción.

En alguno de ellos, como en Granja cerca de Duivendrech, Arboles en la Gein, y especialmente en Vista del río con un barco, hay una intención de captar esa quietud necesaria, ese tiempo detenido que nos lleva más allá de la existencia; y como ocurre en él, también las imágenes de Wellmar parecen describir un lugar concreto, tamizado por el alma del creador, en el que advertimos una pintura intelectualizada que, en su momento, el artista holandés ordenó de un modo esencial, apoyándose en un orden de geometría pura y universal y que en nuestra artista se muestra a través de la sutileza del detalle y el carácter simbólico del color. En ella, llegar a la esencia no está en desprenderse de las formas, más bien en eliminar lo superfluo, lo anecdótico y accidental y, de esa manera, la imagen puede llegar a lo más profundo de nuestro ser. Ya en el año 2004, en la exposición More than white, la artista nos situó ante un blanco evanescente que era algo más que nieve, era luz, en algunas de aquellas imágenes el blanco/luz desvanecía las formas en una especie de vacío transcendental. Así ocurre ante algunas imágenes de esta nueva exposición, hay obras de diversos formatos, pinturas tan minúsculas que requieren un acercamiento máximo, un fijar la mirada que en un instante convierte el paisaje extraño en íntimo, pero también las hay de mayor tamaño, como las tituladas Frozen shadows, son imágenes portadoras de esa luz, es en ellas donde mejor se advierte el sentido último de su pintura que, desde la distancia, nos envuelven en un blanco que no sólo se corresponde con algún lugar nevado del norte sino que habla de un lugar para la infinitud, puro, sereno y de un silencio que permite escuchar los pensamientos más íntimos.

Su admiración hacia los pensamientos de Lao-Tse y su obra Tao Te Ching se reconoce en sus pinturas, poseen algo profundamentemente espiritual, nos sitúan ante un mundo en el que siempre estaremos inmersos a través de sus sencillos detalles, del alma de los árboles o de los copos de nieve. Hay que visitar y dejarse llevar por Close, hay que darse la oportunidad de compartir este regalo que nos ofrece Leo Wellmar, de situarnos a las puertas de un universo tan ilusiorio como real. Ante él, contemplar la naturaleza es sumarnos a la propia experiencia vital de la artista y, con ella, saber que un viaje de mil millas comienza con un pequeño paso.

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